Vivimos
tiempos extraños en donde triunfa el "cada cual que aguante su vela",
donde nadie se pone en el lugar del otro y todos corremos al grito de
"tonto el último".
Hoy
en día lo que no nos toca de frente no nos importa; por eso leo con estupor
como una persona
como "El langui" con discapacidad motórica, tiene cada día que jugar
a la ruleta para saber
si en esa ocasión sí podrá subirse a un autobús.
Asimismo veo con más estupor
la "solución"
que se aporta cuando un niño con diversidad funcional "molesta" en el
aula
Mi
sorpresa va en aumento cuando leo los
comentarios de la gente, que con un gran grado de empatía (modo ironía
activado) protestan porque se ha puesto delante de un autobús para defender
sus derechos, o ven como lo más normal del mundo que se discrimine a un niño
por el simple hecho de ser discapacitado. Porque sí señores, se está
discriminando y aunque muchos no se lo
crean se están negando derechos, porque eso es lo que pedimos DERECHOS y no
caridad.
Las
personas con discapacidad sea cual sea ésta, tienen derechos; al igual que el
resto de la humanidad.
La diferencia radica en que por su condición física o psíquica, cromosómica o la
que sea, quizás necesitan de otras vías para alcanzar los derechos que como
personas les corresponden y que en muchas ocasiones (demasiadas
a veces) les son negados por el simple hecho de por ejemplo, como Manuel, haber
nacido con un cromosoma extra.
Lo
que yo como madre de una persona con diversidad funcional, (o discapacidad,
tampoco esuna
palabra que me moleste en demasía) pediría a la sociedad es que deje un poquito
de mirarse
al ombligo y empiece a mirar al de enfrente, porque en el fondo todos somos discapacitados en mayor o menor medida, en unas
áreas u otras; pero sobre todo y lo más importante,
todos nacemos iguales en derechos y obligaciones, y eso es algo que por
desgracia se
nos olvida muy a menudo.
Por
eso REPITO que debe quedar muy claro que no pedimos caridad, sino que se reconozcan
los derechos
que todos tenemos como seres humanos; y entre ellos están el uso de transporte público
y acudir a una escuela ordinaria, por ejemplo, y todo ello con los apoyos que
sean necesarios
y que se enmarcan en la consecución de esos DERECHOS.
A
mí me aterra pensar qué será de Manuel el día de mañana; pensar que sus
derechos pueden ser
pisoteados, como hoy día se están pisoteando los de muchos niños, cuyos padres
sólo pretenden
que lleven una vida digna, con todo lo que eso implica.
Lo
único que pido a la sociedad como madre de,antes que nada un niño de siete años,
y después un
niño con discapacidad que si yo, como diría "El Langui" le pongo a mi
hijo el bote de cola cao en la parte de arriba que por favor no le den una
patada a la silla que usa para subirse a
cogerlo.