martes, 11 de septiembre de 2018

ESE DOLOR QUE NUNCA DESAPARECE


  Eran las 2 de la mañana de aquella madrugada del 11 de septiembre, Tata empezaba el cole al día siguiente y estábamos en casa de la abuela,porque mamá ya no podía conducir con esa tremenda tripa. Me levanté por enésima vez al baño y ya avisaste que llegabas y que no vendrías tranquilo y sin prisa como tu hermana.
  Fue una larga madrugada y un día aún más largo, egoistamente lo consideré entonces el peor día de mi vida. Cada año te pido perdón por aquello, sabes que nuestra ignorancia mandaba más que nuestros sentimientos; ¿cómo saber entonces, si nadie nos lo explicó, que eras un niño como los demás? ¿Cómo saber entonces, si nadie quiso explicarlo, que tu vida era tan plena como las de los demás? ¿Cómo entender aquel aciago día, si nadie supo explicarnos, que tú no eras un síndrome sino nuestro hijo?.
  Fue tan duro, tan terrible, tan doloroso...pero sobre todo tan injusto para ti; tú eras y serás Manuel, nuestro hijo, pero entonces no supimos verlo, sólo veíamos lo que no eras y lo que nunca ibas a llegar a ser.



Han pasado diez años, poco a poco el dolor inicial se difumina, pero nunca jamás desaparece; han ocurrido tantas cosas desde entonces... casi te perdemos en dos ocasiones, y te puedo asegurar que esos sí fueron los dos peores días de mi vida, porque mientras veía que te perdía sentía un dolor tan profundo y desgarrador que jamás, jamás, jamás podré comparar al del día en que naciste; hubo un tiempo en que te trataron como una cosa, una persona que vale menos que las demás por el mero hecho de tener síndrome de down, y también puedo asegurar que tuve un dolor aún más profundo que el día que naciste; cada vez que veo como te miran con superioridad, cuando se te niegan cosas que son tuyas por derecho, cuando pienso si sabrás defenderte en esta dura vida cuando yo no esté, cuando siento que me fallan las fuerzas y que ya no puedo más...te aseguro que siento un dolor aún más profundo que el día que naciste.
Un once de septiembre de 2008 llegaste y nuestro mundo se puso patas arriba, aquel día no te lo dije; la pena mandaba; un once de septiembre de 2018 te lo digo alto y claro TE QUIERO CON EL ALMA y jamás, jamás, jamás dejaré de luchar porque el mundo te vea como yo te veo ahora y no como te vi hace 10 años, aunque me fallen las fuerzas, aunque me caiga una y mil veces, ten por seguro que allí donde me necesites estaré porque te quise, te quiero y te querré.